martes, octubre 28, 2008

"Tiro en la cabeza", de Jaime Rosales. La insoportable pretenciosidad del "auteur".

Hay dos formas de acercarse a "Tiro en la cabeza". Sabiendo de qué va: es una reconstrucción de los momentos previos y los asesinatos de Capbretón. Lo vemos todo en plan voyeur, a través de teleobjetivos, con sonido ambiente pero sin diálogos, desde fuera de las ventanas o desde la otra acera, pasando incluso coches por delante. Como sabes lo que va a suceder, no te dice nada: sabes que te va a contar la (aburridísima) vida cotidiana de un sujeto que luego va a matar a unos policías.

Sin saber de qué va: estas viendo la vida cotidiana de un sujeto y, si consigues llegar al final, al final mata a unos policías.

Al salir de la sala oscura del cine, la vida era como la película. El mismo sonido ambiente (básicamente, de coches pasando), la gente haciendo sus cosas por ahí... ¿La vida era como la película? No. Era MEJOR. Yo no era un voyeur o un mero sujeto pasivo (aunque lo soy de muchas cosas). Interactuaba con la acera, mis pies ejercían el sentido del tacto al caminar, olía la contaminación, podía tocar los pósters de las paredes, me adelantaba un tío con sombrero cantando, veía a un indigente llamándole "mariquita" a otro que le contestaba gritándole "hijo de puta" y, juro que todo esto es estrictamente verídico, una chica disfrazada de princesa intentó regalarme un cepillo de dientes en plena calle.

"Tiro en la cabeza" obtiene un extraño logro: como presunta representación verista de la vida (lo del terrorismo o la ideología me parece absolutamente irrelevante en este caso) es el perfecto ejercicio de anti-cine. Reproduce la vida de tal modo que la vida nos parezca más interesante. Se convierte así en la antítesis de lo que, se supone, suponía el cine clásico: diversión, evasión, fábrica de sueños. Gestión de los acontecimientos, emociones y sorpresas, generalmente increibles (peliculeras), de tal modo que se compartimentalicen en hora y media y te tengan en vilo o, al menos, entretenido. En otro mundo.

Se puede aplaudir como experimento arriesgado y valiente, por violar las reglas básicas del espectáculo cinematográfico. Pero no es tan original como parece: "Las horas del día", debut de Rosales, era lo mismo pero con diálogos. A mí, en realidad, esto me recordó a aquellas pelis de Andy Warhol de los 60 como "Sleep", en las que filmaba a un tipo durmiendo y ya estaba. Hace casi cincuenta años de aquello, así que la supuesta vanguardia de "Tiro en la cabeza" no lo es tanto.

Al final de todo, y lo que consideraba el director como más importante: ¿induce la película a la reflexión? A mí, desde luego, sólo me indujo al desinterés total por lo que quisiera contarme, al más solemne aburrimiento. Y, una vez más, utilizo vía Nacho Vegas esa frase de Michi Panero que tanto me gusta: En esta vida todo está permitido menos ser un coñazo.

Canción del día: "Another World" (Antony & The Johnsons)

Frase del día: "El dinero no trae la felicidad, calma los nervios de la nación" (Proverbio italiano)

2 Comments:

Blogger Hematocrítico said...

Que el protagonista de El Fulgor diga eso manda güevos

10:33 p. m.  
Blogger george bush padre said...

lo has clavado, deivid. sólo otra vez me dio semejante ataque de ansiedad en un cine: fue con Lulu on the bridge, y mira que me gusta Auster. No entiendo qué clase de coartadas intelectuales pueden llevar a nadie a rodar, después de la maravilla de La soledad, este absurdo. Y más teniendo en cuenta que como poco el esquema es casi clavado a Las horas del día... En fin... saludos, quico

12:56 a. m.  

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