martes, diciembre 16, 2008

"La cuestión humana", de Nicolas Klotz. Las palabras del poder.

Las palabras son cansancio, y también son artilugios de dominación, cortinas de humo a las que el poder despoja de su sentido para transformar nuestra percepción de la realidad. Expediente de regulación de empleo. Deslocalización. Recursos humanos. Limpieza étnica. Depuración. Competitividad. Trastorno mental. Optimización de recursos. Nacional socialismo. Lucha contra el terror.

"La cuestión humana" (película de Nicolas Klotz, con guión de Elisabeth Perceval, basada en una novela de François Emmanuel) es, en palabras de sus autores, "un film gaseoso" que se extiende sobre una tesis sumamente arriesgada, muy valiente, y a la que esconden con un juego casi de thriller: un psicólogo, lacayo de una multinacional petroquímica alemana en Francia (magníficio Mathieu Amalric, también protagonista de "La escafandra y la mariposa") es distraído de su misión habitual de buscar excusas para despedir a empleados y se le encarga vigilar al director general de la empresa, quien aparentemente está dando síntomas de haber perdido el raciocinio. En su paulatino viaje a los infiernos, tramas y personajes secundarios se irá diluyendo a medida que él vaya penetrando hacia el fondo del horror.

La película es lenta, fría, incómoda, turbadora, desasosegante, e inteligente. En la forma en que va embaucando al espectador hasta conducirle por una realidad que preferiría ignorar tiene mucho que ver con el mejor Michael Haneke. Pero al contrario que en el cine del austriaco, con esos planos inmóviles hasta lo insoportable y ese voyeurismo anti-emocional, tan quirúrgico como misántropo, Klotz juega con una atmósfera de delirio, una visceralidad que entronca con la escuela francesa de Erick Zonca, Leos Carax, Jean Eustache, Jean Vigo... cine "fou" que te obliga a amar u odiar lo que ves o, mejor todavía, las dos cosas al mismo tiempo.

Además del contenido ideológico, hay poesía al límite en cada plano (y la peli dura casi dos horas y media), toda una exhibición de lenguaje audiovisual que es un chute en vena de vida, emoción inestable, belleza convulsa. Un hombre se pone de pie en una barca, de noche, mientras llueve. Un cigarrillo se apaga dos veces en un abrigo de cachemir. Tres jóvenes se abrazan en una discoteca, ensombrecidos por luces cegadoras, mientras suena "Temptation" de New Order. Una pareja se mira fijamente en un bar mientras se tensa sexualmente con palabras. Un hombre duerme a la intemperie en la puerta de una discoteca tras provocar una pelea. Un grupo de personas escucha en silencio al cantaor Miguel Poveda. Una pareja se abraza y, en cuanto él recoge una carta, se desencuentran fuera de plano. El hombre lee la carta y luego le vemos, con luces de amanecer, derrotando en la misma posición. Las luces y el humo de las chimeneas crean una composición nocturna de extraño pictoricismo. Las palabras, cuando recuperan la humanidad, discurren libres y atroces sin necesitar más acompañamiento que el fundido en negro.

Ésta es la película francesa que más me ha impactado desde "La vida soñada de los ángeles" (1999). Una desapercibida obra de culto, jodida y lúcida, que deja con muy muy mal cuerpo.

Canción del día: "Always Wanting More" (Jay Reatard)

Frase del día: "La distancia física entre dos personas puede ser a veces muy corta, pero la distancia emocional se medirá por kilómetros" (Wong-Kar Wai)